EL FRUTO DE JADE (histeria colectiva)

Por David E. Radosta

Ya hacia rato que venia escuchando sobre este supuesto «fruto» o como le quieran llamar. En algún momento lo escuche en la televisión, esas excentricidades a las que nos tienen acostumbrados los famosos. Las modelos fueron las primeras en usarlo, destacaban todo el tiempo sus propiedades, la forma en la que reducía las arrugas y la vitalidad que les hacia sentir. Supuestamente era un producto que venia desde las profundidades de oriente, China mas precisamente. Nunca le preste demasiada atención, ya que nunca se la presto a lo que ocurre en televisión, pero de a poco fue pasando a ser algo que excedía el banal mundo de la moda.

La gota que rebalso el vaso se dio el lunes pasado en el trabajo. No soy de acoplarme a las modas del momento, en general si muchas personas consumen algo, lo ignoro, ya sean libros, películas, ropa, etc. Pero esto ya se estaba yendo de las manos. Trabajo en una empresa de seguros, sector administrativo -si, de esas oficinas con cubículos que uno cree haber visto en las películas nomas- y en general las charlas de café y cigarrillo son bastante aburridas, nunca me sumo a estas. Sebastian, el mas joven del sector, trajo por primera vez la novedad, el «fruto de Jade». Lo había probado y se sentía muy bien, no paraba de contar como lo revitalizo, en su pareja, en sus deportes, en su trabajo, en otras palabras le cambio la vida, así que no dudo en recomendarlo. Día a día, desde ese día, aparecía algún compañero agradeciéndole por guiarlo a este fruto que revitalizaba incluso al mas dormido o dejado de todos. Cada vez me sentía mas afuera de un grupo al que no me interesaba pertenecer, hasta que ese maldito lunes llego la pregunta, la maldita y típica pregunta de recepcionista: «¿Como?¿No lo probaste?». Y toda la oficina mirándome como si fuera un ser grotesco al cual era necesario exterminar por hereje, por blasfemo, básicamente por idiota.

Era el fin, no me quedaba otra que probar de una vez ese maldito y misterioso fruto que venia ignorando desde hace tiempo. Por lo que había averiguado no era fácil de conseguir, pero este chico, Sebastian, me había facilitado un contacto en el barrio chino de Belgrano, era solo cuestión de ir. La mujer que lo vendía se llamaba «Xing Ping Yu», pero le dicen Mai. Ese mismo Lunes salí del trabajo a las 16, como todos los días, llegue con el subte C a Retiro y me subí al tren Mitre que hace el recorrido Tigre-Retiro. No lo podía creer, en el tren también escuche al menos a seis personas hablando de este maldito fruto misterioso con propiedades milagrosas. Ahora la intriga me estaba matando.

El tren llegó a Barrancas de Belgrano en horario por suerte y apenas baje al anden ya podía ver la entrada del barrio chino, es inconfundible. La dirección era Arribeños 2357, a unas cuadras de la entrada, adentro de una galería. Mientras recorría las cuadras que me faltaban, me sentía un agente secreto, yendo en busca del contacto que me daría el preciado objeto que debía cuidar. Incluso era un poco emocionante. Pero no podía evitar preguntarme ¿Que tendrá este mágico fruto?¿que es?. Era la hora de saberlo.

El local era el 18, bien al fondo, el ultimo de toda la galería. Cuando estaba por entrar me paran dos chinos en la puerta, bastante morrudos y prepotentes, que me preguntaron a donde voy. Les contesté sin vueltas, «al local 18, a ver a Mai», se miraron entre ellos y me re preguntaron «¿quien te mando?». La cosa se puso un poco turbia y en verdad no sabia si revelar la identidad de quien me paso el contacto. Pero rápidamente reflexione, y me di cuenta que Sebastian no me caia muy bien, así que: «Sebastian Iñaga, de Protesur». El mas grandote asintió con la cabeza, me dijo que espere y se dirigió a un pequeño portero eléctrico que había en la pared. Lo único que le entendí fue «Mai», pero todo lo demás que dijo fue como si lo dijera en Chino… En efecto, era Chino. Se escucho del otro lado una respuesta Breve, con voz de mujer -supongo que era ella- y el chino del portero me dijo «Pasa», señalándome la escalera que iba al local.

Había llegado al fin al local pero no me quedaba claro que vendía. Había desde estatuas de pequeños budas, hasta sahumerios y dientes de serpientes. No podían faltar las ramitas de bambú chocando entre ellas para avisar la entrada de un cliente, creo que eso me lo veía venir. En eso se asomó por atrás del mostrador ella, Mai, una señora ya entradita en años, con un bastón en forma de dragón y ropa típica china, con diseños floreados y muy coloridos. «¿Vos sos amigo de Sebi también? ya me mando como a treinta» dijo ella, le sonreí y le dije que si. Solamente me importaba el fruto, no estaba ahí para charlar. La señora saco de una caja de madera, con adornos de animales grabados y me pregunto «¿Conoces la historia del fruto?». Le contesté que no la conocia, y eso fue suficiente como para que empiece a contármela. Creo que si le hubiera dicho que si, me la hubiera contado igual.

La historia es así, este fruto es originario del antiguo Egipto, del tercer milenio de antes de Cristo. Se viene cultivando desde allí. Se dice que en su interior está el elemento fundamental de la vida, en cantidades inmensas. Tiene propiedades eméticas, es decir, puede sacar del cuerpo todo mal, cualquiera que este sea. Llego a China durante el reinado del Rey amarillo, mejor conocido como Huangdi, dios de la montaña Kunlun. Por su forma, los chinos creen -mejor dicho, están seguros- de que estos frutos son en verdad verdaderos huevos de dragón y de ahí todas sus cualidades.

Por fin, la mujer termino su historia y abrió la caja, al fin lo tendría entre mis manos! El preciado fruto del que todos hablan! Me llamo un poco la atención el precio en verdad, unos $25, pero en fin. Ya era mio!

Era hermoso, un verde brillante como el mismo jade. De verdad parecía un huevo, pero no creía que lo fuera, y mucho menos de Dragón. Tenia mas bien la forma de un melón. Cuando uno lo abría podía percibir un olor familiar, y el interior, verde también, jugoso y con semillas, como un melón… Idéntico a un melón.

Era un melón, todo esto por un melón…

 

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